Jordi Évole
Periodista
Historias preferentes
Lunes, 23 de septiembre del 2013
Hay historias que te abofetean el
alma. Primero te paralizan, luego te llenan de indignación. Contarla no
creo que sirva de nada, pero me alivia. El padre de Mia era un
buen carpintero del aluminio. Entre sus obras estrella, como él mismo
recordaba, estaban las ventanas y las puertas de la magnífica sede de
Caixa Laietana-Bankia en Mataró. El vínculo entre el padre de mi amigo y
esa tradicional caja venía de lejos. La silicona de las ventanas y las
puertas -que él mismo midió, fabricó y colocó- sellaba una relación de
mutua confianza.
Mientras él medía los marcos de las
puertas, los del banco también debieron de medir hasta dónde podía
llegar la confianza del padre de Mia. Así que no dudaron en
llamarle en repetidas ocasiones para ofrecerle un producto con el que
podría vivir tranquilo el resto de sus días. Hasta tres cuentas de
preferentes llegaron a colocarle, con su consentimiento, claro, porque
la confianza del padre de Mia en aquellos señores era inversamente proporcional a la letra pequeña que adornaba los contratos
sabedora de que nunca sería leída.
Pero
un día se destapó el pastel. Y ningún médico ni ningún estudio lo
certificará, pero la incalculable angustia -eso no puede medirse ni
fabricarse- de un trabajador que veía como perdía todos sus ahorros
aceleró su cáncer de pulmón.
Empezaron las protestas, las manifestaciones. Y, mientras pudo, el padre de Mia no
se perdió ni una. Se plantaba ante la sede de Caixa Laietana-Bankia de
Mataró, la misma de la que se había sentido orgulloso viendo sus puertas
y ventanas. Y en esas mismas puertas y ventanas que él midió, fabricó y
colocó, ahora estampaba con rabia pegatinas donde se podían leer
palabras como «Estafadores» o «Ladrones».
Macabra coincidencia
El padre de Mia apuró
sus días con un único objetivo: que le devolviesen los ahorros que
podían hacerle la vida no menos triste pero sí más cómoda a su mujer. Y
lo logró. Un día del pasado julio llegó la notificación judicial
certificando que lo que había sido suyo volvía a ser suyo. Era el día
que lo enterraban. Macabra coincidencia. Casualidad hijadeputa.
La historia del padre de Mia no
será titular de ningún medio. Por cierto, curiosa forma de tratar la de
algunos medios las victorias judiciales de los preferentistas, no
vayamos a difundir que «sí, se puede» y nuestros acreedores -los bancos-
dejen de insertarnos publicidad.
Seguro que esta no es una
historia aislada. Hay muchas más, que desconocemos. No forman parte de
estadísticas ni porcentajes cocinados. Cuando hagamos balance de estos
años, al padre de Mia nadie lo contabilizará como una víctima
directa de la crisis, esa crisis que fue una estafa. Aquella estafa que
alguien midió, fabricó y nos colocó con la precisión de un carpintero
pero sin el menor de los escrúpulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario